miércoles, 6 de julio de 2016

Lorbés, Burgui y Salvatierra

Lorbés, Burgui y Salvatierra... Así recorre uno de los gozos que se cantan en honor de la Virgen de la Peña los tres pueblos devocionales de la ermita.

Lorbés es el gran desconocido. Pocos lo han visitado. Supongo que antes, entre pastores y labradores, no sería tan raro dejarse caer por allí. De hecho, el antiguo algualcil de Burgui, Casimiro Urzainqui encontró novia en ese pueblo. Casimiro y Paula se casaron  y vivieron en Burgui. Él era de casa Zarrallero y su padre, viudo y con seis hijos se casó con una viuda de Lumbier que también aportaba al matrimonio otros seis hijos, de apellido Eder. Esta animada pareja, lejos de arredrarse ante tanta prole, aún engendraron otros dos hijos comunes.

Desde hace unos pocos veranos Lorbés figura entre mis itinerarios ciclistas. A doce kilómetrsos de Salvatierra, por una carretera en bastante mejor estado del que cabría esperar, es raro cruzarte con algún vehículo. Es más frecuente que algún tractor se oiga a lo lejos rompiendo el ruido ensordecedor del canto de las cigarras que ruge amenazador en las márgenes de espinares y carrascas. Cuando se vislumbra Lorbés, a lo lejos y en lo alto, no puedes evitar contagiarte de la tristeza que flota entre los caminos de los lugares despoblados.

Una vez en el pueblo, después de vencer una empinada cuesta, puedes tener la suerte de que alguna risa infantil o el paseo de sus madres y abuelas se crucen entre las calles.



Y si no es agosto, lo más seguro es que ni te cruces con nadie ni veas una puerta abierta, ni ropa en los balcones ni signo de vida alguna.

Sin embargo, la pulcritud de sus calles y alguna hormigonera cubierta con lonas, revelan que no es un pueblo abandonado, que alguien lo atiende y espera volver pronto para seguir manteniendo la apariencia de que la vida sigue.

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